Dada mi escasez de pelo hace ya tiempo que decidí que no merecía la pena ir al peluquero. Estaba estudiando en la universidad cuando compré mi primera maquinilla, una oferta que ví en un folleto de publicidad, pero aun así la tuve que comprar a medias con un compañero de larga melena venido a menos, y dado que la compartíamos ambos coloquialmente la denominábamos "el pelacalvos".
Desde entonces soy yo quien me pelo solo en casa, incluso me he atrevido con mis hijos, los niños claro, a los que también suelo pelar desde que tenían meses de vida y aunque suene un poco pedante, no se me da nada mal.
Esta mañana, mientras me pelaba las 3 o 4 pelusas que tengo en mi cabeza, me acordaba de la trastada de mi hijo Nicolás esta semana, que, con las tijeras del colegio, ha decidido "arreglarle" el peinado a su hermana dándole un par de tijeretazos.
¡Con lo que me ha costado que Irene pudiera tener una melenita y el flequillo largo para poder recogérselo!
Viene y me dice -Nico me ha cortado el pelo- y le veo dos trasquilones en el flequillo. Inmediatamente voy a buscar a Nico -¿qué le has hecho a tu hermana?- a lo que me responde con total tranquilidad -cortarle el pelo-, -pero Nico, eso no se hace, ¿cómo se te ocurre cortarle el pelo a Irene?- tomando una actitud seria y enfadado para que viese que eso que había hecho estaba mal, y entonces me responde -porque Irene quería que le cortara el pelo-, y ante eso ¿qué haces? ¿qué le dices?.
Lógicamente voy en busca de la pequeña señorita, esa que cuando su madre le proponía llevarla a la peluquería decía que ella no quería cortarse el pelo, para preguntarle -Irene, ¿tú le has dicho a Nico que te corte el pelo?- y me confirma que sí, que se lo ha dicho, -Irene, ¿por qué le has dicho a Nico que te corte el pelo con lo guapa que estabas?-, y con cara de interesante me responde -porque sí, porque quería cortármelo-.
Aunque no han tenido castigo, pues mi enfado es más por la lucha que he tenido para que tuviera el pelo largo que por el hecho en sí, espero que con la charla que después tuve con ambos sea suficiente y no lo vuelvan a repetir, aunque ya Nico con las tijeras tiene antecedentes, pero eso es otra historia.
Desde entonces soy yo quien me pelo solo en casa, incluso me he atrevido con mis hijos, los niños claro, a los que también suelo pelar desde que tenían meses de vida y aunque suene un poco pedante, no se me da nada mal.
¡Con lo que me ha costado que Irene pudiera tener una melenita y el flequillo largo para poder recogérselo!
Viene y me dice -Nico me ha cortado el pelo- y le veo dos trasquilones en el flequillo. Inmediatamente voy a buscar a Nico -¿qué le has hecho a tu hermana?- a lo que me responde con total tranquilidad -cortarle el pelo-, -pero Nico, eso no se hace, ¿cómo se te ocurre cortarle el pelo a Irene?- tomando una actitud seria y enfadado para que viese que eso que había hecho estaba mal, y entonces me responde -porque Irene quería que le cortara el pelo-, y ante eso ¿qué haces? ¿qué le dices?.
Lógicamente voy en busca de la pequeña señorita, esa que cuando su madre le proponía llevarla a la peluquería decía que ella no quería cortarse el pelo, para preguntarle -Irene, ¿tú le has dicho a Nico que te corte el pelo?- y me confirma que sí, que se lo ha dicho, -Irene, ¿por qué le has dicho a Nico que te corte el pelo con lo guapa que estabas?-, y con cara de interesante me responde -porque sí, porque quería cortármelo-.
Aunque no han tenido castigo, pues mi enfado es más por la lucha que he tenido para que tuviera el pelo largo que por el hecho en sí, espero que con la charla que después tuve con ambos sea suficiente y no lo vuelvan a repetir, aunque ya Nico con las tijeras tiene antecedentes, pero eso es otra historia.
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