domingo, 12 de febrero de 2012

El Ratoncito Pérez

Ayer, a mi hijo Nicolás de 5 años se le cayó su primer diente de leche y esta noche ha pasado por nuestra casa el Ratoncito Pérez.

A mediodía salimos con unos amigos a dar un paseo a una plaza del centro, bastante amplia donde los niños cuentan con espacio para jugar y además, el bar situado en la misma, suele montar castillos hinchables para que jueguen los niños de los clientes. Sentado allí mientras los niños jugaban en el hinchable, aparece Nicolás por la mesa donde estábamos para decirme
-¡Papá, se me ha caído el diente!-, ese que llevaba varios días moviéndose y que no paraba de tocarse con la lengua.
-Muy bien Nico, ¿dónde está el diente?, dámelo que te lo guarde-, le digo.
-No sé papá, se me ha caído saltando en el castillo hinchable- me responde, poniendo cara de pena pensando que al perder el diente no vendría el Ratoncito Pérez.
-Bueno, si no lo encuentras no pasa nada, le dejaremos una nota al Ratoncito Pérez diciéndole que se te ha perdido-
Volvía hacia el hinchable un poco más animado, cuando de repente se escuchan los gritos de los otros amigos -¡Lo hemos encontrado!- y sí, lo encontraron, un pequeño diente de leche de un niño de 5 años que tiene un tamaño un poco mayor que un grano de arroz, lo habían encontrado en un castillo hinchable lleno de niños saltando, increible.

En algún momento de la tarde se acordó del diente y me preguntó por él, le dije que lo tenía guardado. Por la noche, después de cenar estábamos viendo una película en casa, y Nico se quedó dormido, al llevarlo a su cama para dormir, abrió un momento los ojos para decirme -Papá, el diente- y volvió a cerrarlos para seguir durmiendo.


Esta mañana, sobre las 8, los he escuchado despertarse -Nico, mira que te ha traído el ratoncito Pérez- le decía Guillermo, y Nico se ha apresurado a mirar debajo de la almohada para confirmar que había pasado y le había cambiado su diente por un regalo.

Para los que le gusten las curiosidades, el Ratoncito Pérez tiene una placa puesta en número 8 de la calle del Arenal en Madrid, donde vivía, según el cuento que el padre Luis Coloma escribió para el niño Rey Alfonso XIII, dentro de una caja de galletas en el almacén de la entonces famosa confitería Prats.

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