sábado, 14 de abril de 2012

La isla de los inventos

Últimamente, por suerte, me he cruzado con personas que me han transmitido mucha... sensatez, creo que es la palabra correcta. El trato con estas personas y las conversaciones en las que cuentan como afrontaron difíciles situaciones en sus vidas, ni mejores ni peores que la mía, hace que reflexione y sea cada vez más consciente de que voy a salir adelante con mis hijos y conseguir cualquier cosa que me proponga, poniendo ilusión y esfuerzo.

Oir como hablan orgullosos de lo que han conseguido, aunque les costó trabajo y tuvieron que sacrificar ciertas cosas, pero al final la recompensa obtenida mereció la pena, es algo que en este momento me transmite mucha fuerza y optimismo, y que intentaré trasladar también a mis hijos.

Por eso hoy quiero dejaros este cuento.


La primera vez que Luca oyó hablar de la Isla de los Inventos era todavía muy pequeño, pero las maravillas que oyó le sonaron tan increíbles que quedaron marcadas para siempre en su memoria. Así que desde que era un chaval, no dejó de buscar e investigar cualquier pista que pudiera llevarle a aquel fantástico lugar. Leyó cientos de libros de aventuras, de historia, de física y química e incluso música, y tomando un poco de aquí y de allá llegó a tener una idea bastante clara de la Isla de los Inventos: era un lugar secreto en que se reunían los grandes sabios del mundo para aprender e inventar juntos, y su acceso estaba totalmente restringido. Para poder pertenecer a aquel selecto club, era necesario haber realizado algún gran invento para la humanidad, y sólo entonces se podía recibir una invitación única y especial con instrucciones para llegar a la isla.

Luca pasó sus años de juventud estudiando e inventando por igual. Cada nueva idea la convertía en un invento, y si algo no lo comprendía, buscaba quien le ayudara a comprenderlo. Pronto conoció otros jóvenes, brillantes inventores también, a los que contó los secretos y maravillas de la Isla de los Inventos. También ellos soñaban con recibir "la carta", como ellos llamaban a la invitación. Con el paso del tiempo, la decepción por no recibirla dio paso a una colaboración y ayuda todavía mayores, y sus interesantes inventos individuales pasaron a convertirse en increíbles máquinas y aparatos pensados entre todos. Reunidos en casa de Luca, que acabó por convertirse en un gran almacén de aparatos y máquinas, sus invenciones empezaron a ser conocidas por todo el mundo, alcanzando a mejorar todos los ámbitos de la vida; pero ni siquiera así recibieron la invitación para unirse al club.

No se desanimaron. Siguieron aprendiendo e inventando cada día, y para conseguir más y mejores ideas, acudían a los jóvenes de más talento, ampliando el grupo cada vez mayor de aspirantes a ingresar en la isla. Un día, mucho tiempo después, Luca, ya anciano, hablaba con un joven brillantísimo a quien había escrito para tratar de que se uniera a ellos. Le contó el gran secreto de la Isla de los Inventos, y de cómo estaba seguro de que algún día recibirían la carta. Pero entonces el joven inventor le interrumpió sorprendido:

- ¿Cómo? ¿Pero no es ésta la verdadera Isla de los Inventos? ¿No es su carta la auténtica invitación?

Y anciano como era, Luca miró a su alrededor para darse cuenta de que su sueño se había hecho realidad en su propia casa, y de que no existía más ni mejor Isla de los Inventos que la que él mismo había creado con sus amigos. Y se sintió feliz al darse cuenta de que siempre había estado en la isla, y de que su vida de inventos y estudio había sido verdaderamente feliz.

Hay que ponerse grandes objetivos, pues con esfuerzo y constancia, podemos llegar a conseguir aún más de lo que nos propongamos

Fuente: Cuentos para dormir

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