Parte de mi pubertad, desde los 12 años hasta la universidad, viví en Morón de la Frontera, una localidad de la provincia de Sevilla donde mis padres se trasladaron por trabajo, y allí se han quedado hasta hoy.
Yo, cuando comencé en la facultad, me instalé en Dos Hermanas y, al principio por los estudios y las nuevas amistades, después por el trabajo y la pareja, poco a poco fui yendo cada vez menos, hasta sólo hacerlo, como suelo decir, en las "fiestas de guardar".
Pues bien, uno de esos días señalados en el calendario, en los que se va al pueblo a visitar a los abuelos (mis padres), suele ser el Domingo de Ramos.
Ayer, tras el desayuno, nos arreglamos, unos más que otros, y pertrechados de paraguas y chubasqueros, ya que el pronóstico meteorológico no era muy halagüeño, nos montamos en el coche para, en menos de una hora, estar en la puerta de la casa de los abuelos llamando al timbre.
Aunque no llovía en ese momento, el cielo completamente encapotado y la amenaza de lluvia provocaron que no saliese en procesión "La Borriquita", muy popular por la cantidad de niños que participan en ella, y que da comienzo a la Semana Santa moronense, declarada de Interés Turístico Nacional. De ahí que decidiéramos darnos un paseo hasta la Iglesia de María Auxiliadora, situada en el colegio Salesianos donde estudié, y al menos que los niños la vieran dentro del templo.
Ya que estábamos allí, aprovechamos para acceder al patio del colegio, abierto para la ocasión, y enseñarle a mis hijos dónde estudió su padre. Parece que no pasa el tiempo por ese pórtico que da acceso a las puertas de las aulas.
Después, mientras el sol asomaba tímidamente, un paseo por las calles del centro, cortadas aun al tráfico por la procesión, aunque no llegara a salir, llenas de gente luciendo sus modelitos de estreno. Ese ambiente invitaba a tomarse una cervecita en los Jardines de La Carrera o en la esquina del Bar Retamares, pero, para fastidiar del todo, la lluvia hizo acto de presencia con insistencia obligándonos a marcharnos a casa.
Yo, cuando comencé en la facultad, me instalé en Dos Hermanas y, al principio por los estudios y las nuevas amistades, después por el trabajo y la pareja, poco a poco fui yendo cada vez menos, hasta sólo hacerlo, como suelo decir, en las "fiestas de guardar".
Pues bien, uno de esos días señalados en el calendario, en los que se va al pueblo a visitar a los abuelos (mis padres), suele ser el Domingo de Ramos.
Ayer, tras el desayuno, nos arreglamos, unos más que otros, y pertrechados de paraguas y chubasqueros, ya que el pronóstico meteorológico no era muy halagüeño, nos montamos en el coche para, en menos de una hora, estar en la puerta de la casa de los abuelos llamando al timbre.
Foto de La Borriquita realizada por Guillermo
Ya que estábamos allí, aprovechamos para acceder al patio del colegio, abierto para la ocasión, y enseñarle a mis hijos dónde estudió su padre. Parece que no pasa el tiempo por ese pórtico que da acceso a las puertas de las aulas.
Después, mientras el sol asomaba tímidamente, un paseo por las calles del centro, cortadas aun al tráfico por la procesión, aunque no llegara a salir, llenas de gente luciendo sus modelitos de estreno. Ese ambiente invitaba a tomarse una cervecita en los Jardines de La Carrera o en la esquina del Bar Retamares, pero, para fastidiar del todo, la lluvia hizo acto de presencia con insistencia obligándonos a marcharnos a casa.
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